viernes, 4 de mayo de 2018

BILBAO: PINTXO DE CHAMPIGNON, AJI Y JAMON




Bebes la noche húmeda, convulsa,
incierta y vacilante,
libre;
bogando en sueños como mares sueñas,
ausente ya de barcos, eres bancos, catedrales
o puentes o museos o algas de tu nombre
Acrostico de Julio G. Alonso



ESCUDO DE BILBAO: Los dos lobos derivan de la heráldica de la casa de Haro, por  Diego López V de Haro fundador de la villa de Bilbao. La Iglesia es la de San Antón con el Puente de Dos Arcos sobre el río Nervión


Vitral de la Estacion de Trenes Abando Indalecio Prieto

Hospedarse en un pequeño hotel, frente a la Estación de Trenes,  que poseía  una biblioteca de más de mil libros a disposición de los clientes habla bien de la ciudad. Varias veces he puesto atención   sobre las primeras impresiones y este es un buen ejemplo, mientras mi mujer arreglaba los papeles y la documentación del ingreso yo me distraje hojeando un libro magníficamente ilustrado sobre la historia del pueblo vasco, confortablemente recostado en un sillón frente a los repletos estantes de la biblioteca del lobby que estaba ambientado como un muy hogareño living. A partir de ese momento las puertas de Bilbao se abrieron a mis sentidos.

Bilbao, donde nunca he vivido, es un bocho, un agujero entre montañas, cantado y contado por Unamuno, Aresti, Blas De Otero y tantos otros. Ahora cumple 700 años. Tiene achaques, pero está bien de salud. Y, además tiene metro, muy moderno, muy nuevo y muy limpio. Demasiado nuevo y limpio para merecer el nombre de metro  tal como lo  entiende un londinense o un parisino. La ciudad es atravesada cada segundo por su río o ría, el Nervión, Ibaizabal en euskera, es decir ‘río ancho’. Mejor que Ibaizabal yo le llamaría Ibaiziquin ‘río sucio’, porque a su paso los peces no nos dicen «agur» ni, por aquello del museo, «good-bve». Los muertos aún no han aprendido a hablar. Heriotzat ezpaitaki mintzareraik (‘Porque la muerte no es políglota’), podríamos decir parafraseando a Gabriel Aresti. En una de las márgenes de la ciudad se ha construido el ya aludido Museo Guggenheim, en palabras de Ion Juaristi “edificio de la postmodernidad faraónica”, “opera muda de bastante más de tres perras gordas, una ópera de la postmodernidad es decir del triunfo del vacío sobre la palabra, de la superación de todo sentido”.
El origen de Bilbao, aunque no lo parezca no se encuentra en la obra firmada por Frank O. Gehry sino en el Casco Viejo, también conocido como “Siete calles” al que se fueron anexionando anteiglesias de origen medieval y controladas por jauntxos o notables rurales: Begoña, Abando, Deusto, etc. [1]

Este texto encierra otra característica de la ciudad: el carácter vasco, que lo tiñe todo y con el que a veces uno choca y otras tantas camina por la misma cornisa pero que nunca se  puede permanecer en la indiferencia.
No es el vasco hombre de dos caras; pero sí de anverso y reverso; hombre que vive rodeado de “peros”. Amante de su país, pero… ; moral en sus costumbres, pero... ; de espíritu religioso, pero... Todo vasco es su propia excepción, y las excepciones de los vascos son las que tienen un sello más racial, sobresaliendo como nota común característica de nuestro pueblo, un espíritu dinámico, rebelde y universalista[2]

PINTXO DE CHAMPIGNON, AJI Y JAMÓN



Es motivo de debate el origen de los pintxos –pinchos- y de si son o no simples copias de la tapas que se sirven en gran parte de los bares del centro-sur de España. Hay también quien piensa erróneamente que pintxo significa tapa en Euskera y que ambos términos se pueden utilizar indistintamente para referirse a lo mismo. Si bien ambos comparten muchas similitudes, se considera a la tapa como una ración más pequeña de una comida más que una receta en sí. El pintxo, por el contrario, podría describirse como un pariente de la tapa, más reciente, elaborado y singular. El pintxo es frecuentemente considerado el emblema culinario del País Vasco y, en especial, de la zona de Donostia. Su nacimiento se produjo más tarde que el de la tapa, allá por los años 30, supuestamente en el local La Espiga, situado muy cerca de la Playa de la Concha (Donosita/San Sebastián),  aunque no hay datos certeros sobre este hecho. Se dice que  este establecimiento acrecentó su clientela,  compuesta habitualmente por los habituales paisanos, sumando a las personas de la aristocracia que veraneaban en la ciudad costera ofreciendo variados y suculentos bocadillos, ensartados en un palillo (de ahí el nombre) a precios razonablemente asequibles y disponiéndolos en el mostrador para tentar a los que pasaban cerca del local. Fueron los clientes los que difundieron el nombre de La Espiga y el de sus excelencias gastronómicas, lo que hizo que otros bares y locales de la ciudad adaptaran el mismo modelo. Se dice que así nació el pintxo. Tradicionalmente, se componía de una rebanada de pan sobre la que se colocaba alguna combinación sencilla de ingredientes. Actualmente esta pequeña ración de comida se ha sofisticado por la inventiva y la imaginación de los cocineros que combinan productos y cocciones en pequeñas porciones y manteniendo el precio muy razonable. Persisten algunos básicos y clásicos como las anchoas  con aceitunas, las Gildas, el pintxo más famoso de Bilbao y que consiste en atravesar con un escarbadientes dos aceitunas sin carozo una anchoa enrollada y una piparra (pequeño ají verde típico de la zona). Aquí he elegido otra delicia que requiere más elaboración, el pincho de champignon, ají y jamón.

INGREDIENTES ocho porciones

Champignon Portobello ocho
Aji morrón verde una mitad
Cebolla blanca una mitad
Jamón crudo cuatro fetas
Fécula de maiz una cucharadita
Aceite de oliva
Pan tipo mignon ocho rodajas

MODO DE PREPARACION:

Elegir los champiñones de unos cinco centímetros de diámetro y todos parejos, retirar los tallos. Cortar las rodajas de pan de un tamaño armónico que abarque el diámetro del champignon. Cortar el jamón en pedacitos no muy chicos. Cortar el ají y la cebolla en cuadrados pequeños. Freír el ají y la cebolla, cuando se trasparentan agregar los tallos del champignon picados y el jamón. Revolver y cocinar un par de minutos, espesando con un poco de fécula disuelta en agua. Reservar. Freír los champiñones hasta que se doren ligeramente de ambos lados. Para armar el pincho colocar el champignon con la concavidad hacia arriba y rellenar con la preparación de verduras y jamón, terminar con unos pedacitos de jamón por encima y atravesar con un escarbadientes.


[1] Fragmento de “Bilbao en la literatura vasca” Carlos Cid Abasolo 2002

[2] Extracto de la conferencia que dio en 1946 don Manuel de la Sota en el Instituto Gernika de San Juan de Luz, acerca de “El carácter vasco”