Montepulciano
es un pueblo de antiguos orígenes que
fue alguna vez motivo de disputa entre Florencia y Siena. Mira desde lo alto
dos valles y está enclavado en el centro de una de las regiones italianas más importantes
por su patrimonio artístico, histórico, económico, cultural y geográfico: la Toscana.
Extraña fascinación ejerce sobre el
visitante la vista de sus colinas ondulantes, en todos los verdes posibles y de
sus antiguas construcciones. Pasado el golpe de vista los otros dos sentidos
que más se sacuden en estas tierras son el olfato y el gusto. No puede
separarse el paisaje del producto que sale del interior de las casas. En una
escena del libro de Dennis Smith, “En un lugar de la Toscana ” esto se deja ver:
El ambiente en la cocina del Albergo di Santo Fico era movido. Las encimeras se iban llenando rápidamente de bandejas repletas de ciruelas, uvas y rodajas de melón. En el centro de la estancia, sobre el gigantesco fogón, una gran olla de cobre hervía frenéticamente, como si se le agotara el tiempo. En dos cacerolas contiguas, burbujeando como magma toscano, se cocían a fuego lento una salsa de color rojo oscuro y otra blanca y cremosa. Al lado, en una enorme sartén de cobre cubierta de una fina capa de aceite de oliva, trocitos de ajo siseaban y estallaban a medida que se doraban. Bandejas de lenguado y gambas, de pollo y salchichas, se agolpaban en el horno a la espera de un baño de salsa. La cocina era una combinación sorprendente de olores que penetraba en el comedor; los ingleses sentían que se les hacía agua la boca y sus estómagos protestaban.
Marta estaba en el fregadero cortando peras en rodajas que
luego introducía en un cuenco de barro lleno de ruchetta, nueces y trozos de
queso feta. Solo faltaba la vinagreta. Carmen se hallaba a su lado cortando
lonjas de queso, salchichón y rábanos, y colocándolas en fuentes junto a
hileras de aceitunas, pimientos y diminutos tomates amarillos. En el otro
extremo de la estancia, Nina, la hija menor de Marta, de vuelta ya de la
panetteria, cortaba hábilmente rebanadas de pan sobre una gran tabla de madera
para después repartirlas en cestas de mimbre.
Las mujeres trabajaban en silencio, salvo Nina, quien
tarareaba quedamente una melodía que solo ella escuchaba. Le encantaba trabajar
en la cocina, sobre todo en las raras ocasiones ocasiones, como esa, en
que les faltaban manos.
TAGLIATTA
DE LOMO Y RUCULA
Este
plato típico de la Toscana
resume las características de la cocina de la Región , simpleza, ingredientes muy frescos y
combinación de carnes, verduras y lácteos. En porciones pequeñas puede servirse
como entrada (antipasto) o en
cantidad mayor como secondo piatti.
El
vegetal básico es la rúcula, una verdura de hoja que crece en forma salvaje en buena parte de
Europa y se la cultiva en el Mediterráneo
desde la época romana, donde se la consideraba afrodisíaca. En los años noventa
se produjo una revalorización y extensión de su uso, hoy es común en todo tipo
de ensaladas pero también en pestos, ciertas cocciones y hasta en pizzas.
INGREDIENTES
dos personas
Lomo
de ternera 400 grs.
Rúcula
un atado
Queso
tipo Parmesano en virutas
Aceite
de oliva extra virgen
Aceto
balsámico
Sal
y pimienta negra molida
MODO
DE PREPARACION
Calentar
aceite en la sartén y sellar el lomo (conviene la parte de la cola), dos
minutos aproximadamente por lado, debe quedar cocido por fuera y muy jugoso por
dentro. Dejar descansar la carne unos cinco minutos antes de cortarla en fetas.
Sobre plato o fuente colocar la rúcula aderezada con sal, pimienta, aceto y
oliva. Repartir las fetas de carne y terminar el plato con las virutas de
queso.
BEBIDA
SUGERIDA Vino Nobile de Montepulciano o algún corte con Sangiovesse
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