martes, 3 de diciembre de 2019

CORDOBA: RABO DE TORO



¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles ya que no doradas!
Luis de Góngora



ESCUDO DE CORDOBA (Ciudad): reproduce el reverso que eligió el Consejo de Córdoba en 1241. Una vista del puente romano, el Guadalquivir, la noria de la Albolafia, una muralla almenada, la puerta del puente, la Mezquita y Alminar flanqueado de palmeras y plantas botánicas.


Puente Viejo

Sobre fines del  siglo X Córdoba (Qurtuba) era la capital del Califato del mismo nombre, su poder se extendía a prácticamente toda la península Ibérica incluidas las islas Baleares y algunas zonas del norte de África. Se calcula que la ciudad tenía medio millón de habitantes repartidos entre el recinto amurallado y los arrabales (la población actual es de unos 327.000). En ese tiempo la segunda ciudad en población en España era Toledo, con sólo treinta y cinco mil habitantes.

Al día siguiente Quintín se despertó muy temprano. Una sensación insólita de calor y de sequedad sorprendió sus nervios. Se asomó al balcón. La luz fina, aguda, algo mate de la mañana iluminaba la calle. En el cielo limpio, pálido, vagaban lentamente algunas nubes blancas.

Quintín se vistió con rapidez; salió de casa, en la que todos aún dormían; tomó hacia abajo; se internó por una callejuela estrecha; cruzó una plaza; siguió una calle, luego otra y otra, y al poco tiempo se encontró sin saber por dónde iba.
«Es gracioso», murmuró.
Estaba desorientado. No suponía ni aun a qué lado del pueblo se encontraba.
Esto le produjo una gran alegría, y feliz, con el alma ligera, sin pensar en nada, gozando del aire suave, fresco de una mañana de invierno, siguió con verdadero placer perdiéndose en aquel laberinto de callejones, de pasadizos, de verdaderas rendijas llenas de sombra…

Las calles delante de él se estrechaban, se ensanchaban hasta formar una plazoleta, se torcían sinuosas, trazaban una línea quebrada. Los canalones, terminados en bocas abiertas de dragón, se amenazaban desde un alero a otro, y las dos líneas de los tejados, rotas a cada momento por el saliente de los miradores y de las azoteas, limitaban el cielo, dejándolo reducido a una cinta azul, de un azul muy puro.
Terminaba una calle estrecha y blanca, y a un lado y a otro se abrían otras igualmente estrechas, blancas y silenciosas.

Quintín no se figuraba tanta soledad, tanta luz, tanto misterio y silencio. Sus ojos, acostumbrados a la luz cernida y opaca del norte, se cegaban con la reverberación de las paredes; en su oído zumbaba el aire como esos grandes caracoles sonoros.

¡Qué distinto todo; qué diferencia del ambiente claro y limpio, con el aire gris, del sol refulgente de Córdoba, con aquel sol turbio de los pueblos brumosos y negros de Inglaterra!
«Esto es sol —pensó Quintín— y no aquel de Inglaterra, que parece una oblea pegada en un papel de estraza.»

En las plazoletas, las casas blancas de persianas verdes, con sus aleros sombreados por trazos de pintura azul, sus aristas torcidas y bombeadas por la cal, centelleaban y refulgían, y al lado de una plazuela de éstas, incendiada de sol, partía una estrecha callejuela húmeda y sinuosa llena de sombra violácea.
En algunas partes, ante las suntuosas fachadas de los viejos caserones solariegos, Quintín se detenía. En el fondo del ancho zaguán, la cancela destacaba sus labrados y flores de hierro sobre la claridad brillante de un patio espléndido, de sueño, con arcos en derredor y jardineras colgadas desde el techo de los corredores, y en medio de una taza de mármol, un surtidor de agua cristalina se elevaba en el aire.
En las casas ricas, los grandes plátanos arqueaban sus enormes hojas; los cactus decoraban la entrada, enterrados en tiestos de madera verde; en algunas casas pobres, los patios aparecían desbordantes de luz al final de un larguísimo y tenebroso corredor lleno de sombra…

Iba avanzando el día; de cuando en cuando un embozado, una vieja con una cesta o una muchacha despeinada, con el cántaro de Andújar en la redonda cadera, pasaban de prisa, y al momento, en un instante, desaparecían unos y otros en la revuelta de una callejuela. En una rinconada, una vieja colocaba una mesita de tijera, y encima, sobre unos papeles, iba poniendo arropías de colores.

Sin advertirlo, Quintín se acercó a la Mezquita y se encontró ante el muro, frente a un altar con un sotechado de madera y unas rejas adornadas con tiestos de flores.
En el altar había este letrero:

Si quieres que tu dolor
se convierta en alegría,
no pasarás, pecador,
sin alabar a María. [1]

RABO DE TORO



Se trata de un guiso clásico conocido desde la época romana (figura en  De re coquinaria, de Marcus Gavius Apicius,  un compendio de recetas del siglo IV). En su versión  actual se origina en Córdoba en el siglo XVI. Como característica principal se destacan que para su elaboración se utilizaban los rabos de los toros de lidia.  Las gentes mas humildes de la ciudad de Córdoba esperaban con paciencia a que los diestros dieran final a la vida de los toros bravos y aquí, en las puertas traseras de la plaza de toros de Los Tejares, es donde ocurría lo verdaderamente trascendental, se regalaba el rabo, las orejas, las vísceras y demás casquería, mientras que el empresario, apoderado y algún carnicero con algo de poder monetario se quedaba con las partes nobles como el lomo, solomillos, patas, etc.  Todo el esmero de aquellas mujeres cordobesas de la época se depositaba en ese trofeo culinario, con el cual debían alimentar a toda una casa de vecinos. Esto […] hace que el ingenio, la astucia y el hambre resurja de lo más interno de sus almas. Pensad que con un par de rabos o como mucho 3 pares, debían hacer de comer para unas 30 personas.[2]
INGREDIENTES para cuatro personas
Rabo dos kilos (se pueden utilizar también de ternera o de buey), cortados por la coyuntura
Cebolla blanca un kilo
Zanahoria medio kilo
Morrón rojo medio kilo
Ajo tres dientes
Pimentón dos cucharaditas
Laurel unas hojas
Pimienta negra unos granos
Vino tinto media botella [3]
Caldo de carne un litro
Aceite de oliva
Harina tres cucharadas

MODO DE PREPARACIÓN
Enharinar y sellar de ambos lados los rabos en aceite bien caliente. Retirar. Freír la cebolla, el morrón y la zanahoria cortados en trozos medianos. Cuando ablandan las verduras verter el vino, el laurel, el ajo, el pimentón  y la pimienta y cocinar unos minutos. Agregar el caldo hasta cubrir y cocinar unas dos horas a cazuela tapada (y agregando caldo en caso necesario). Revolver de vez en cuando. Cuando está listo retirar la carne y pasar las verduras y el líquido por un chino (o procesar con un mixer). Servir la carne y volcar sobre ella la salsa. Para acompañar hervir unas papas en cubos y freírlas en manteca y aceite hasta que se doren bien.

BEBIDA SUGERIDA: Vino tinto Malbec




[1] Fragmento de “La feria de los discretos” de Pio Baroja (1905)
[2] Toni Requena Iglesias,  chef de Bodegas Mezquitas - Cordoba

[3] Tradicionalmente se utiliza un vino generoso: el amontillado,  un vino  propio del Marco de Jerez, en Cádiz y de Montilla-Moriles, en Córdoba, Andalucía (España). Por sus características enológicas se halla entre el fino y el oloroso1 . Su nombre proviene de la región vitivinícola de Montilla, lugar donde nació en el siglo XVIII.

domingo, 30 de junio de 2019

MALAGA: AJOBLANCO



Guadalmedina la cruza
y el Puerto la condecora;
Gibralfaro la avalora
y la Caleta sin par;
la emblanquece su Azahar
y la dora su alegría
Salvador Rueda




En 1.843 Málaga se pronuncia contra el Gobierno de la Regencia de Espartero, Isabel II fue proclamada mayor de edad (con 13 años), en agradecimiento se publica una Orden Real  que consigna que la Ciudad de Málaga “añadirá a los títulos que hoy goza de <Muy Noble, Muy Leal>, el de <Siempre denodada> y que por cimera de su escudo de Armas, llevará una corona Cívica y por debajo pondrá esta divisa: <La primera en el peligro de la Libertad> “



Puerto de Málaga de Manuel Barrón y Carrillo, 1847


Durante la Revolución Industrial Málaga llegó a ser la primera ciudad industrial de España, por un tiempo y por encima de Barcelona. Las actividades mercantiles también tuvieron un importante incremento y de 1860 a 1865 las comunicaciones protagonizaron una gran revolución. Bajo la influencia de las familias burguesas de esa época Málaga se define en dos sectores, ambos fuera del centro de origen medieval: en el extremo occidental el paisaje urbano configurado por la actividad industrial, mientras que en el otro extremo empiezan a aparecer las villas y los hoteles.
La decadencia se inició a partir de 1880 con la caída de las inversiones. La crisis hace que cierren las fundiciones malagueñas,  acompañada por el derrumbe de la industria azucarera y la plaga de filoxera, que destruyó a los viñedos. El abandono de las fincas trajo consigo una fuerte deforestación de las laderas, lo que causó un incremento de los cursos de agua, provocando catástrofes con muerte y destrucción de propiedades hasta bien entrado el siglo XX.
El resurgimiento de la ciudad se produjo con el boom turístico de la Costa del Sol en la década del 60 con un crecimiento,  a veces desmedido,  de la construcción y urbanización de las playas.

Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
mecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos.

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la luna eterna que instantánea transcurre.

Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!

Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles inerávidas. Pie desnudo en el día.
Píe desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.[1]

AJOBLANCO


Esta sopa fría, también de origen humilde como el gazpacho y muy relacionado a este, pudo haber derivado de ciertas preparaciones romanas, es sabido que los soldados solían consumir, por sus propiedades refrescantes y alimenticias un preparado que consistía en una mezcla de una parte de agua, otra de vinagre y migas de pan, especiado con distintas hierbas y especias. Por su parte las almendras, hoy el elemento distintivo, es muy probable que se hayan incorporado con la dominación musulmana.
En España hay festividades dedicadas al ajoblanco, en Málaga la celebración comienza el 2 de septiembre con degustaciones del producto. En esta región se lo suele acompañar de frutas, principalmente uvas moscatel, también trozos de manzana o melón. La fruta y la  sopa fría combinan muy bien produciendo un efecto refrescante siendo una buena opción para los días calurosos de verano.

INGREDIENTES para un litro
Almendras 100 grs.
Ajo dos dientes
Miga de pan 150 grs.
Aceite de oliva virgen extra 75 ml
Vinagre de vino blanco 30 ml
Sal

MODO DE  PREPARACIÓN
Remojar las almendras un par de horas para que la piel se ablande y se pueda retirar con facilidad. Licuar los ingredientes hasta lograr una mezcla homogénea, depende del gusto se puede agregar agua para que la sopa sea más liquida.

ACOMPAÑAMIENTO SUGERIDO: servir en cazuelas individuales y por encima unas uvas (moscatel o cualquier blanca bien dulce)



[1] Poema “Ciudad del Paraíso –a mi ciudad de Málaga-“ de Vicente Aleixandre 1944

ESPAÑA: SUPUESTO QUE HE DE VOLVER


AQUÍ Y ALLÍ EN ESPAÑA (II)

DESCOMPTAT QUE HE DE TORNAR ALEGOU QUE EU TEÑO QUE VOLVER HORI ITZULI EGINGO DUT SUPOSATUKO DUT SUPAUSAT QU'IEU AI DE TORNAR SUPÒSIT QUE JO HE DE TORNAR SUPUESTU QUE YO HE DE VOLVER

SUPUESTO  QUE HE DE VOLVER
 PROLOGO

España produjo en mí una impresión indeleble. Di mis primeros pasos allá por  la Puerta del Sol, en Madrid,  entre una muchedumbre que oscilaba entre el bullicio y la efervescencia de los que tienen ese lugar como punto de reunión y el desconcierto mezclado con la extrañeza propia del turista que se asoma a la boca del Metro tratando de encontrar en que esquina está su hotel. Después el aire de Toledo, la Alhambra granadina,  el cielo valenciano, el Mediterráneo golpeando las playas de Barcelona y Gaudí; mi periplo por el País Vasco con sus costas, sus bosques montañosos y su gente. Nada me fue indiferente y en cada rincón encontré un motivo para sacudir mis sentidos.
Soñé con volver la primera vez y volví, ahora lo he dado por supuesto. Es por eso que me animo a esta segunda parte de las recetas asociadas a las ciudades (¿o sería mejor decir de las ciudades y sus recetas?),   esta vez no puedo invocar esa regla de Los sitios que incluyo son las ciudades de España en las que he estado, aclarando por esto que he dormido allí por lo menos una noche”. Tampoco he querido comprometer la ayuda de amigos (aunque el puntapié inicial de este proyecto lo dio uno  que se atrevió a compartir unas fotos y comentarios sobre un Rabo de Toro a la Cordobesa  que me dio impulso para investigar sobre el tema).
Es esta una manera de seguir en contacto con España, como dice mi primo Miguel Labiano: …entrar por la nostalgia del casco viejo que tanto nos acerca a nuestros ancestros.
Ni soñando ni añorando, supuesto que he de volver.




    [1]          





[1] La Fiesta de Joan Miro, afiche del Mundial de Futbol España 1982

sábado, 29 de junio de 2019

BUENOS AIRES: MILANESA A LA NAPOLITANA

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y como el aire
.
Jorge Luis Borges



ESCUDO DE BUENOS AIRES: representa las dos fundaciones de Buenos Aires con los navíos y la protección del Espíritu Santo por la paloma.




¿Por que incluyo a Buenos Aires entre las ciudades que he conocido en los viajes? Entre las muchas razones que podría esgrimir está el hecho que una parte importante de todo viaje es el regreso; también, y no menos importante, Buenos Aires es la primer gran urbe que conocí: de la mano de mis padres me deslumbré con las luces de la calle Corrientes, me deleité con una esponjosa porción de pizza con una muzzarella que se estiraba hasta el infinito, se me permitió sumergir un bizcocho en una enorme taza de café con leche y sentirme importante  cuando un mozo de impecable camisa blanca y chaleco se dirigía a mi con un "¿y el caballerito que se va a servir?"                           .   
Si eso no fuera suficiente uno se encuentra con rincones de París caminando por la Recoleta,  con Nueva York por Diagonal Sur, con Madrid en la Avenida de Mayo, con Budapest por Congreso. Vi una arcada del Paseo Colón en Praga, un corredor azulejado del subte en Londres, un rincón de Roma por el bajo. Pero, por encima de todo, Buenos Aires tiene una personalidad única e irrepetible, el "aire porteño" que se vive y se palpa a cada paso.  Y da gusto volver.

En caravana los recuerdos pasan,
con una estela dulce de emoción.
Quiero que sepas que al evocarte,
se van las penas de mi corazón.
La ventanita de mi calle de arrabal.
donde sonríe una muchachita en flor,
quiero de nuevo yo volver a contemplar
aquellos ojos que acarician al mirar.
En la cortada más maleva una canción
dice su ruego de coraje y de pasión,
una promesa y un suspirar,
borró una lágrima de pena aquel cantar.

Mi Buenos Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver,
no habrá más pena ni olvido.[1]



[1] Estrofas del tango “Mi Buenos Aires querido” letra de Alfredo Le Pera (1934)



La gastronomía de Buenos Aires se nutre principalmente de dos vertientes inmigratorias, la española y la italiana, aunque también recibió influencias de otras corrientes. Se puede decir que no existe una cocina típica porteña, que esta es el resultado de las variantes de recetas que los inmigrantes traían en su acervo. Un ejemplo típico de esto es la Milanesa a la Napolitana que, como es sabido, no se origina en Nápoles sino en un restaurante porteño que en los años cuarenta incluyó en su carta un plato distinguiendo el nombre del local:  Milanesa “Nápoli”. Su creador, el dueño del establecimiento,  Jorge La Grotta, intentó amalgamar costumbres y sabores de Italia como la pizza creada en  Nápoles, la Margherita,  y la Cotoletta Milanese, una carne empanada que puede verse en muchas regiones cercanas a lo que fue el Imperio Austro Hungaro. Otros restaurantes sumaron a la receta el jamón y alguna otra variante y comenzó a popularizarse como “a la Napoli” y finalmente “a la Napolitana
INGREDIENTES para cuatro personas
Bifes de nalga 500 grs
Ajo un diente
Perejil
Huevos dos
Mostaza una cucharada
Pan rallado 250 grs
Queso muzzarella 400 grs
Jamon cocido cuatro fetas
Salsa de tomate 200 grs.

MODO DE PREPARACION
Golpear la carne para afinarla y estirarla (la milanesa debe cubrir casi todo el plato dejando un rincón para las papas). Mezclar los huevos con el perejil y el ajo finamente picados y la mostaza. Pasar la carne por la mezcla y luego por el pan rallado. Freir.
En una asadera  para horno colocar la carne, cubrir con salsa, luego las fetas de jamón, el queso y nuevamente salsa, espolvorear con un poco de orégano y albahaca fresca. Hornear hasta que el queso se derrita. Servir al plato con papas fritas.

BEBIDA SUGERIDA: Vino tinto Bonarda